«No hay nada más catastrófico que 40 personas que mueren por día de infarto, son 15 mil al año: eso es una necesidad de urgente atención para reducir un 25 por ciento las muertes, objetivo que tienen las sociedades científicas», dijo Belardi, director de Cardiología del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires.
Por el paso indebido del tiempo, cada mil personas que sufren infarto resultan 1,6 vidas perdidas por hora de demora.
Con un promedio en 1994 de 177 minutos, casi tres horas, de demora en llegar a la consulta y desde la guardia a unidad coronaria, a 22 años de aquel informe un trabajo conjunto de la Federación Argentina de Cardiología y la SAC que involucró a 1.750 pacientes de 250 centros del país reportó que la tardanza había disminuido a 135 minutos.
Las asociaciones profesionales consideran que el tiempo promedio transcurrido hasta la llegada a una angioplastía o, al menos, a la aplicación de medicación antitrombótica, sigue siendo demasiado.
«Una demora de más de dos horas sigue siendo alta e implica pérdida de oportunidades y de vidas», advirtió Daniel Berrocal, cardioangiólogo presidente de la SAC.
Belardi enfatizó que «la mortalidad global por infarto sigue siendo muy alta en la Argentina, y todavía desconocida porque no hay registros completos».
Por eso, las sociedades profesionales -SAC y el Colegio Argentino de Cardioangiólogos Intervencionistas (CACI)- plantearon al secretario de Promoción, Programas Sanitarios y Salud Comunitaria, Néstor Pérez Baliño, hacer un mapeo a través de 260 centros de salud nacionales.
En el próximo Congreso de Cardiología, Pérez Baliño, ex presidente de la SAC, anunciará las características de un próximo Instituto Nacional de Cardiología, con funciones similares al del Cáncer.
Belardi precisó que ciudades como Rosario, Catamarca, Santiago del Estero y Mendoza tomaron medidas para superar la fragmentación entre los sistemas público y privado de la emergencia.
«En Rosario, con 1,2 millones de personas atendidas en el sistema público, las ambulancias tienen electrocardiógrafos y un hospital de referencia, el Centenario, que deriva a siete centros especializados, y mejoraron en un 150 por ciento la cantidad de pacientes que llegan en tiempo y forma» a la atención, refirió.
En Ciudad de Buenos Aires, los hospitales con atención 24 horas los siete días de la semana son el Juan Fernández, en Palermo; el Francisco Santojanni, en Mataderos; y el Cosme Argerich, en La Boca. A los que se suman el Carlos Durand, en Caballitos, y el Bernardino Rivadavia, en Barrio Norte, con horario amplio.
«El infarto sigue siendo la primera causa de muerte cardiovascular en Argentina y en el mundo occidental, (y) todavía tenemos un camino extremadamente largo para decir que estamos tratando correctamente el infarto», afirmó el presidente del CACI, Alejandro Cherro.
El público más vulnerable son los adultos mayores y las personas con menor nivel cultural e información; mientras que las causas de riesgo son la enfermedad vascular, la hipertensión, el tabaquismo, la cocaína, el sedentarismo y la obesidad, entre otras.
Los pasos clave frente a la sospecha de que se sufre un infarto agudo de miocardio comienzan por no subestimar el dolor de pecho de comienzo brusco; se debe llamar urgente a un sistema de emergencias médicas sin esperar a que los síntomas progresen; informar a las personas del entorno; y masticar una aspirina que puede ayudar a destapar el coágulo que obstruye el paso de sangre al corazón.
Es fundamental reducir el tiempo hasta llegar a la sala de hemodinamia para realizar una angioplastía que restablezca el flujo sanguíneo de la arteria obstruida, intervención que consigue un 95 por ciento de éxito.
«El problema del infarto en Argentina es un problema de cultura», alertó Belardi, cardiólogo que considera que, como derecho a la salud, «la gente debería pedir que su hospital tuviera una ampolla de trombolítico» para atender a la emergencia mientras espera la angioplastía, y los médicos, «conocer las guías» de atención.
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