El llanto de un bebé siempre quiere decir algo: hambre, sueño, pañal sucio, suelen ser las causas más frecuentes y que las madres saben interpretar en sus pequeños. Pero, hay veces que ese llanto puede ser diferente, y ser una señal de que algo más sucede. Eso pasa frecuentemente en los casos de alergia a la proteína de la leche de vaca (APLV), una alergia alimentaria cada vez más frecuente, que suele presentarse en bebés pequeños y que se puede tener variados síntomas, como diarreas –algunas veces con sangre-, erupciones cutáneas, reflujo y hasta problemas respiratorios.
Los bebés que sufren de APLV, y que no son amamantados, deben tomar una leche medicamentosa, que es la única que pueden tolerar en un momento clave para su nutrición y crecimiento. A modo comparativo, una lata de leche medicamentosa pueden costar desde 500 a 1.900 pesos -dependiendo de cuál le indique el médico-, mientras que una lata de leche común ronda los 250 pesos. Un bebé puede consumir hasta diez latas por mes. Y si bien la cobertura de estas leches especiales está incluida en el Plan Médico Obligatorio, sólo está contemplada hasta el año de vida. Se estima que la mitad de los niños con APLV continúan presentando síntomas después del año.
La APLV tiene una prevalencia de 4% en menores de tres años y cada año se diagnostican unos 42 mil niños. A los 12 meses, se estima que sólo el 50% de los nenes alérgicos revirtió el cuadro.
Por eso, la comunidad médica, familias y la Asociación Argentina de Alergia a Alimentos (Red Inmunos) vienen luchando por la aprobación de una ley para que la cobertura de las leches medicamentosas incluida al Plan Médico Obligatorio se amplíe más allá de los 12 meses de vida y esté contemplada al 100% para los pacientes que las necesiten y por el tiempo que sea necesario.
El proyecto de ley (que ya fue debatido por las dos cámaras pero volvió a Diputados por un cambio mínimo) será tratado hoy en la Comisión de Presupuesto de Diputados y la semana próxima llegaría al recinto para su sanción.
“La nueva ley dará una cobertura como la que actualmente está incluida en el Plan Materno Infantil, que es del 100% hasta el año de edad”, explica a Clarín Sandra del Hoyo, presidenta de Red Inmunos, quien agrega que desde hace años vienen trabajando con las familias para que las obras sociales y las prepagas cubran las leches. “Actualmente sucede que la mayoría de las prepagas quieren cubrir como máximo tres meses, en el mejor de los casos. Luego de muchos años, nosotros ya tenemos aceitado el camino de cómo presentar las notas en las instituciones, si es necesario se llega al recurso de amparo, hasta que se consigue la cobertura, pero nunca quieren ir más allá del año”, añade Del Hoyo. “Con la nueva ley pedimos que se cubra por el tiempo que sea necesario. Es una minoría de chicos los que siguen necesitando leche medicamentosa después del año, pero es imposible económicamente para las familias. Hay familias que venden todo y otras que no tienen qué vender”, grafica.
De poder conseguir esas leches depende nada menos que la nutrición de sus hijos. “Un chico con APLV que toma leche que no corresponde va a generar síntomas. Hemos hecho varios trabajos en los que demostramos que cuánto más se tarda en detectar la alergia, mayor impacto nutricional –más déficit de crecimiento en peso y talla– presenta el paciente. Cuando uno no tiene una buena nutrición en el primer año de vida, se ha demostrado que se desarrollan trastornos cognitivos, de aprendizaje, de déficit de atención. La nutrición en los primeros dos años de vida es fundamental”, afirma el doctor Christian Boggio Marzet, coordinador a cargo del Grupo de Trabajo de Gastroenterología y Nutrición Pediátrica del Hospital Pirovano.
“La alergia alimentaria es una reacción que provoca el sistema inmunológico de los chicos, que actúa de forma alterada y reacciona el cuerpo contra la proteína de la vaca. La APLV tiene formas de expresión muy variadas: están las formas gastrointestinales, la proctocolitis (caca con sangre), esofagitis (inflamación del esófago), patología de la enteropatía inducida por proteínas de los alimentos (provocan diarreas o vómitos graves en pocos minutos). Luego están las reacciones por piel, como urticaria, ronchas, eccema o reacciones respiratorias, como asma o rinitis. Y por último, los que se presentan como anafilaxia, que aparecen súbitamente con una inflamación de alguna parte del cuerpo, como párpados o lengua, o pueden manifestarse con síntomas cardiovasculares. Estos son los casos más graves y peligrosos”, explica el doctor Martín Bozzola, jefe del servicio de Alergia Infantil del Hospital Británico.
Esta patología en la gran mayoría de los casos se supera con el paso del tiempo. A partir del año se empiezan a hacer las llamadas “pruebas de desafío”. Esto es, introducir a prueba y error la leche de vaca en la dieta. Aproximadamente la mitad de los niños con APLV supera esta prueba al año. Pero la otra mitad debe continuar con la dieta de exclusión, que incluye las costosas leches medicamentosas. Para los seis años de edad, ya es mínima la prevalencia de la enfermedad.
“En nuestros consultorios vemos un aumento de todos estos cuadros. Las alergias alimentarias están cada vez más prevalentes, más persistentes y son más graves desde su presentación clínica”, asegura el doctor Matías Epifanio, pediatra gastroenterólogo y nutrólogo infantil por la Sociedad Brasilera de Pediatría, y agrega: “Cuando yo hice la residencia, los cuadros de sangre en heces eran raros y teníamos uno cada tanto; hoy los vemos todos los días”.
La APLV y la intolerancia a la lactosa no son lo mismo. La intolerancia a significa que no se pude procesar la lactosa de la leche, por deficiencia de una enzima, pero no produce más que el simple malestar ante el consumo de leche de vaca. En la APLV, en cambio, hay una reacción del sistema inmunológico, por lo que puede provocar cuadros mucho más graves.
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