La primera fase de pruebas clínicas en el país del «páncreas artificial», una nueva herramienta médica en experimentación a nivel mundial, finalizó con éxito, según anunciaron especialistas del Hospital Italiano junto a investigadores del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) y de la Universidad de Virginia, en Estados Unidos.
El páncreas artificial es un dispositivo con un sistema de control automático que realiza las funciones del páncreas para regular los niveles de glucosa en sangre. Está pensado específicamente para diabéticos tipo 1, aquellos que son insulino-dependientes, y ha demostrado ser efectivo para evitar las complicaciones mortales, como la hipoglucemia.
El sistema funciona interconectando y coordinando el funcionamiento de dos tecnologías ya existentes: el monitor continuo de glucosa y la bomba de insulina, de tal modo que puedan depender cada vez menos del ingreso manual de información por parte del paciente. El dispositivo consta de un monitor de glucosa y una bomba de insulina subcutáneos que a través un algoritmo de control, desarrollado por un grupo de investigadores del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA), los comunica e indica la cantidad de insulina que necesita el paciente.
De esta forma, cada cinco minutos se obtiene una medición de la concentración y se indica y suministra la cantidad de glucosa sugerida en cada caso. Este algoritmo de control se basa en modelos matemáticos que simulan la dinámica insulina-glucosa del organismo. Todo esto funciona, además, gracias a un software especial instalado en un smartphone, que además de realizar cálculos «de valor histórico y predictivo», almacenará la información y enviará los datos a un centro de monitoreo remoto que le permitirá al médico seguir por teléfono la evolución del paciente.
El principal objetivo de esta tecnología, primera en el mundo, es asegurar que los niveles de glucosa no se eleven demasiado (hiperglucemia) ni bajen demasiado (hipoglucemia). «En el caso de los chicos, uno de los mayores miedos de los padres es que hagan una hipoglucemia nocturna y no se despierten a la mañana: esto hemos logrado reducirlo a cero», explicó Daniel Cherñavvsky, asesor principal de la Universidad de Virginia, integrante del grupo que realiza el ensayo a nivel global.
Ricardo Sánchez Peña, director del Departamento de Doctorado del ITBA y líder del proyecto, relató cuál fue el disparador del proyecto:»Todo se inició por el nieto de un colega que tiene diabetes tipo 1 y entonces tenía 3 años. El padre decía ‘si yo tuviera un sistema que me permitiera dormir 4 horas seguidas a la noche (sin tener que controlar cada dos horas el nivel de glucosa), sería fabuloso’. Esto me quedó grabado y por eso me metí en esto». Y agregó: «Estamos orgullosos de este proyecto y muy ansiosos por ver sus resultados de aplicación en pacientes. Contribuir con nuestro trabajo para mejorar la calidad de vida de las personas es lo que nos gratifica».
El investigador principal del estudio y jefe de la sección Diabetes del servicio de Endocrinología del Hospital Italiano, Luis Grosembacher, explicó que la primera etapa de ensayos clínicos se realizó en cinco pacientes del hospital que «fueron hospitalizados para ser evaluados y monitoreados» de forma constante durante 36 horas.
Cherñavvsky explicó que, por el momento, el páncreas artificial es un «híbrido» porque «el paciente interviene parcialmente» en su funcionamiento. «Ya no tiene que hacer el cálculo mental (de la cantidad de insulina), sino que informa cuántos carbohidratos va a comer y, según el nivel de azúcar que tiene, el sistema hace las cuentas por el paciente. Pero en una segunda etapa de pruebas sólo informará qué va a comer», adelantó. Y agregó: «El objetivo es que en un futuro sea 100 por ciento automático, porque la diabetes da trabajo los 365 días del año, las 24 horas, porque el paciente jamás se puede olvidar o dejar de contar lo que come o cuánta azúcar tiene en sangre». Por eso, dijo, además de «optimizar el tratamiento», el páncreas artificial le brindará al paciente «tiempo de paz mental».
Si bien esta primera etapa de pruebas se realizó con un software desarrollado en la Universidad de Virginia, Cherñavvsky adelantó que «la segunda se hará con un algoritmo creando pura y netamente en Argentina» a partir de un trabajo conjunto del ITBA y las universidades nacionales de Quilmes y La Plata.
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